¿Dónde quedaron los aficionados a la ciencia, los doctores locos, los naturalistas?


Aceptamos que otros nos enseñen el mundo, al mismo tiempo que renunciamos a descubrirlo por nosotros mismos. Dejamos las preguntas y nos abandonamos a las creencias. ¿A las creencias de quién? Vivimos en un medio donde no contar con criterios propios, verdaderos, investigados y explorados por nosotros mismos, nos hace presa del mundo publicitario. Lovi, en su presente artículo, nos invita a preguntarnos, a buscar por nosotros mismos nuestra propia realidad.

Lovisa Ekelund

Lovisa Ekelund

Por Lovisa Ekelund

¿Qué es la vida? Desde la infancia aprendemos a distinguir los seres vivos de aquellos que no lo están y resulta fácil visualizar la vida, sin embargo, es uno de los conceptos más difíciles de definir. Si buscamos su definición en la Real Academia Española, nos encontraremos con 19 definiciones para un mismo concepto. En la biología, la ciencia que estudia la vida, la definición varía de un texto y de una rama a otra. La estructura social nos ha llevado hacia la institucionalización y super especialización del conocimiento; la ciencia nunca se hace en casa. Los científicos son a fin de cuentas empleados de grandes empresas, gobiernos y universidades. Rara vez pueden darle rienda suelta a su verdadera curiosidad científica, pues han cambiado su libertad por un empleo seguro, una beca, prestaciones, etc. ¿Dónde quedaron los aficionados a la ciencia, los doctores locos, los naturalistas? Esto mismo se pregunta James Lovelock en la introducción a su libro “Las edades de Gaia”,  dónde propone una verdadera revolución en torno a nuestro concepto de vida. Ideado desde la comodidad del retiro promete ser escrito “como parte de un estilo de vida que reserva su tiempo para ir de paseo por el campo y para hablar con los amigos”.

                Publicado en 1979 la teoría de Lovelock recurre a Gaia, la antigua diosa griega de la tierra para afirmar que la tierra, como planeta, está viva. Viva en el sentido de que es un sistema autoorganizado y autorregulado. Dónde las condiciones óptimas para la vida no ocurren por casualidad sino que son determinadas por la vida misma. Los seres vivos de la tierra, en especial los microorganismos, son responsables de mantener las condiciones atmosféricas, oceánicas y de temperatura que hacen posible la perpetuidad de la vida en el planeta. Visto de esta manera somos parte de un sistema vivo, formado a su vez por múltiples subsistemas vivos, como una infinita cantidad de muñecas rusas una dentro de la otra. Formando así un esquema de jerarquías con categorías tan grandes como la de planeta y tan pequeñas como las células. Dónde el ser humano no es dueño ni protagonista de la naturaleza sino únicamente una pieza más. Dónde la tierra es un ser vivo con aflicciones como cualquier otro.

James Lovelock. Fotografía de vidasana.org

James Lovelock. Fotografía de vidasana.org

                La teoría de Gaia ha sido ampliamente criticada, acusada de ser una teoría teleológica o mística. “El inconformista y la diosa tierra” fue uno de los títulos ridiculizando su postura en una revista de prestigio en 1981. En mi opinión, Lovelock encontró la manera de explicar científicamente un concepto tan antiguo como la humanidad misma. A través de información teórica, investigación, modelos matemáticos y una mente capaz de sintetizar información, Lovelock nos presenta una explicación de  la vida coherente y con capacidad predictiva. Me es inevitable recordar las palabras de Huxley respecto al Origen de las Especies de Darwin: “¡Como no se me había ocurrido antes!”

                Finalmente creo que vale la pena destacar dos aspectos del tema. El primero es que la tierra como ser vivo, está enferma. El efecto de la explotación masiva del ser humano se nota ya en los cuerpos de agua, en el deshielo, el cambio climático, la extinción acelerada etc. Debemos comprender que la evolución de la tierra y de la biota no son asuntos separados, que nuestra vida depende de la vida en todos los niveles del sistema. Como una gran telaraña donde cada hilo afecta la estabilidad del resto. El segundo es una invitación a jugar a la ciencia. A atreverse a ver el mundo como si no supiéramos nada de él. Como si fuéramos niños. Opino que, en esta era del predominio de la razón, debemos cultivar la intuición, la creatividad y el instinto. Generar desde el intelecto y el corazón una comprensión del mundo propia, desatada e integradora.

Lovisa Ekelund. Amante del agua y los espacios abiertos, le gusta respirar aire fresco siempre que es posible. Bióloga y cofundadora del Colectivo en Movimiento. Persigue un estilo de vida en equilibrio con la tierra. Le gustan los libros, los viajes y los gatos.

Visita la página de Colectivo en Movimiento.

Deja un comentario